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Mi pueblo está aferrado a la rebelión contra mí;
aunque me llaman el Altísimo,
ninguno absolutamente me quiere enaltecer.

»¿Cómo podré abandonarte, Efraín?
¿Te entregaré yo, Israel?
¿Cómo podré hacerte como a Adma,
o dejarte igual que a Zeboim?
Mi corazón se conmueve dentro de mí,
se inflama toda mi compasión.
No ejecutaré el ardor de mi ira
ni volveré a destruir a Efraín,
porque Dios soy, no hombre;
soy el Santo en medio de ti,
y no entraré en la ciudad.»

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